Lo recuerda hoy con absoluta claridad y la imagen la embelesa y decide quedarse ahí. Le resulta fácil dejarse arrastrar por la nostalgia. Rendirse a la creencia de que entonces sí que era feliz. ¡Ah entonces! Aquel entonces en que él se quedaba a su lado hasta que ella se dormía. Aquel entonces en que la pasión fundía labios y cuerpos. Recordaba entristecida sus palabras amorosas, sus manos delicadas, su poderoso falo buceándola… Nostalgia de amar, de ser amada… Hambre de cariño. ¡Qué fácil era beber ahora de la copa de la melancolía! Embriagarse de esa dulce droga que ella conocía bien. Rebozarse y acunarse en ella.
Sentir cómo el cuerpo va cediendo y se inclina hacia el pozo de su malestar para
dejarse caer y hundirse en un sopor
convocado. Así se precipita ella a su negrura, mientras rememora la visión del abrazo consolador. Las
garras de la melancolía la atrapan y a ella parece gustarle. Sentirse salvada,
cobijada bajo esas alas que le devuelven aquel abrazo íntimo que la hacía sentirse única,
irremplazable, completa, amada… como una pequeña cría de águila por su madre.
Enhorabuena por tu nuevo blog. El otoño, elegante y dorado, puede ser un período muy creativo
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